Pedro sabía que su hora estaba cerca, podía oler otra vez el perfume de su maestro, sentía su voz cada vez más cerca.
Por fin todo lo que había anhelado se cumpliría, volvería a estar con su mejor amigo y conocería a su padre celestial, además ya podría descansar en uno de los tronos reservados para él, su galardón era grande, él lo sabía; pero también sabía que todavía faltaba una última prueba, el ultimo estirón para poder estar con su amigo, con su maestro y poderle decir, “He apacentado tus ovejas”.
Anhelaba estar cerca de Jesús, por lo tanto la muerte y tortura solo eran un brinquito, como ese brinco que dio cuando camino en el agua.
Solo que esta vez, no caería a los pies de su maestro para después ser levantado, ahora estaba decidió a llegar de pie a los brazos de su maestro y después tirarse a sus pies, el orden sería distinto.
Pedro hizo un excelente trabajo después de que partió su maestro, nadie le podría reprochar nada, es mas nadie esperaba tanto de él, lo que hacía ahora sería raro inclusive para aquel Pedro que solo pescaba peces y no apacentaba ovejas, pero este Pedro ahora sabia que las ovejas necesitaban cuidados, a diferencia que de los peces que solo los sacaba del agua para morir.
Pedro sabía que partiría, eso era inminente, pero podía dejar un legado que lo traspasara no solo a el, sino a sus generaciones y lo consiguió, hoy podemos leer palabras suyas como:
“Yo Pedro, que soy enviado de Jesucristo a anunciar su mensaje, saludo a todos los cristianos que viven como extranjeros en las regiones de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia.
De acuerdo con su plan, Dios el Padre decidió elegirlos a ustedes para que fueran su pueblo. Y por medio del Espíritu Santo y de la muerte de Jesucristo, Dios los ha limpiado de todo pecado, para que lo obedezcan. Deseo que Dios los ame mucho y les permita vivir en paz”;
Pedro lo dio todo, dio todo lo que él era pues cuando su maestro le dijo “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras”;
Pedro no le dijo nada, simplemente lo siguió.
