Jesús se fajo la toalla y preparo todo para lavar los pies de sus discípulos, la escena debió ser tremenda; en mi imaginación veo a mi Señor y a once hombres en la mesa.
En esta mesa hay de todo; ya que empieza a lavar los pies y algunos ni las sandalias se quitan, esperan que el servicio sea completo; otros se apenan pero se callan, Juan disfruta el momento, pero de pronto sale el valiente de Pedrito, Juan 13:8 “Pedro le dijo: No me lavaras los pies jamás, Jesús le respondió; si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro; Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza”.
Pedro, no tenía intención de dejarse lavar, pero menos aun de no entrar al cielo.
Mi escena se ha completado, ha terminado con los once, pero su escena
(de Jesús), no ha terminado.
El sigue tan campante y se acerca con el doceavo en la mesa, hace lo mismo: toma sus pies, los empieza a lavar y los seca con mucho amor, no hizo nada especial con él, ni lo hizo menos que a nadie, el era otro de los suyos, el era otro que había caminado con él, el era Judas.
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