¿Por qué no hay avivamiento?
Creo que este título lo he visto en mas de algún libro y también en varias predicaciones y nunca me ha gustado siempre lo asocio con gritería y con critica, pero en la palabra hay un punto muy claro que responde esta pregunta y nos lleva a cuestionar nuestro andar y nuestra posición ante Dios;
2 de Timoteo 1:6 “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”
Cuando esperamos un avivamiento siempre esperamos que Dios sea el que obra y muchas veces pareciera que esperamos otro día de Pentecostés (que por cierto no se va a volver a dar, ese fue un momento especifico para un tiempo especifico y si nos sentamos esperando a que Dios repita lo que a nosotros nos gusta, es como tener un Dios en una lámpara y eso se llama genio y no existen), esperamos que el sea que quien haga todo y creemos que orando y ayunando (que siempre es vital para cualquier batalla y acercarnos más a Dios) todo va a suceder, cuando el avivamiento está en nuestras manos.
Avivar es volver a encender y en Dios esto aplica en dejar entrar a Cristo y que El mueva libremente todo lo que se le antoje de nuestras vidas y que destruya ese aburguesamiento en el que cae nuestro corazón con el paso del tiempo, ya que comenzamos a creernos parte de la realeza del cristianismo y olvidamos que en esto el que pertenece a la realeza limpia pies y muere en la cruz, además de que por sí solo puede resucitar de entre los muertos.
El avivamiento no llega con diez horas de rodillas y con grandes “servicios de avivamiento”, sino que llega cuando el pueblo: ora, adora, ayuna, lee la palabra, estudia la palabra, vive la palabra, da testimonio fuera de las cuatro paredes; el avivamiento entra cuando limpiamos nuestro corazón y nos postramos delante de Dios y nos humillamos quitando el viejo carbón que una vez estuvo encendido y colocamos todo de nuevo para entre Dios y nosotros, pongamos todo de nuevo, paso a paso.
El avivamiento llega cuando nosotros queremos encender de nuevo la fogata.
El don viene de Dios, pero Pablo fue claro y no dijo; “ora y espera que Dios lo avive”.
Es personal y por eso Dios hizo personas y no clones.
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