La adversidad sobre la vida de Job era muy grande, sus hijos muertos, sus bienes hechos polvo, su mujer maldiciente; parecía que todo se había vuelto en contra de la vida de Job, y de pronto toda su piel se vio carcomida por la sarna, maldecir a Dios y morir era muy seductor, librarse de sus problemas era muy atractivo, pero NO, el tenía otro cometido para su vida y lo quería cumplir.
En medio de su tristeza vio que sus amigos venían, por fin llegaría el consuelo que tanto anhelaba, pero estos no pudieron pronunciar palabra alguna al ver el estado de Job, el sabia que ha su tiempo saldrían buenas palabras.
Y en el momento en que vio como se abrían los labios de sus amigos Job se disponía para sentir el bálsamo que tanto deseaba, pero lo primero que recibió fue un espadazo de juicio, por sus “malas obras”, primero Bildad, enseguida Elifaz y por ultimo Zofar, ninguno tuvo piedad del amigo caído, los tres lo atacaron sin tentarse el corazón, Job se defendió, también saco sus frustraciones, pero nunca peco contra Jehová, pues el tenía una meta y un fin determinado y tatuado en el corazón:
Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo. Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios, a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mí.
(Job 19:25-27 RVA)
Job solo vivía para ver y estar con Dios, este era su único deseo y por lo que realmente estaba dispuesto a luchar, no lo hacía por el mismo, ni por sus amigos, mucho menos por una mujer, por dinero, un puesto o un titulo; simplemente lo hacía para poder ver con sus propios ojos a Jehová.
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